lunes, diciembre 25, 2006

Yo no felicito la navidad a nadie

Pues no. Ante el soberano aburrimiento que me supone tener que escuchar al personal todos estos días con la famosa frase "feliz navidad" en la boca sin descanso siento la necesidad de ir a contracorriente. Esta época del año para un servidor no es más que causa de arcadas, un coñazo insoportable. Ni feliz navidad, ni feliz año ni demás expresiones que martillean mis oídos sin piedad. Que les vaya bonito como en cualquier otro momento y punto. Ya está, leches, se acabó.

Los especiales de Rafael o la capa de Ramón García son una tortura anual que no me cuesta asumir, hay cosas peores. Lo que odio profundamente es la hipócrita actitud de estas fechas. Las películas de sobremesa son malas por naturaleza pero en Navidades constituyen un atentado a mi más que herida sensibilidad. Es tal el cúmulo de "agresiones" que uno espera la cuesta de enero como si fuesen el mejor regalo a recibir. La cruel lentitud del reloj durante las comidas familiares puede llegar a provocar que llegues a repugnar hasta un buen marisco.

¿Y los regalos? Pfff, de eso mejor ni hablar. Soy un tipo rematadamente extraño. No me gusta que me agasajen. Lo veo absurdo por múltiples motivos. Cosas mías.

El mensaje del tío ese que vive en la Zarzuela es repelente a no poder más. No puedo ocultar que me dio asco. La España ideal que dibujó ayer en su discurso grabado no existe ni existirá. Un poco de seriedad acompañada de al menos una o dos horas de trabajo al día no le vendrían mal a este personaje. Malas fechas también para un republicano como yo. Escucharlo da ganas de vomitar. Son tantas cosas que ni siquiera tengo fuerzas para enumerarlas.

... Y encima no me ha tocado la Lotería. Un año completo.

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