Mariano Rajoy ha dejado bien claro esta semana que la campaña anti Estatut encontraba su razón de ser en la necesidad de buscar votos a base del tan gastado debate territorial. El modelo de Estado del PP depende exclusivamente de sus intereses electorales. La Constitución que tanto invocan es un simple escudo que utilizan cuando se atacan sus posiciones y que emplean a su antojo para justificar sus movimientos. La unidad de España se ve atacada por la palabra nación en un préambulo pero no por la expresión realidad nacional. Cosas del Estado de la Autonomías o quizás algo más.
La intervención de Rajoy esta semana en el Congreso retrata la ausencia absoluta de coherencia. Recurre ante el TC aquello que aplaude, demonizar para después bendecir. A un servidor el debate estatutario le parece absurdo, en todas las comunidades, y ante todo innecesario. Al PP no, depende del momento y de la saca de votos que se pueda obtener.
En su intervención parlamentaria de esta semana Don Mariano ha dicho que lo de realidad nacional es una referencial literal de un pasado remoto. Ahí queda. Le ha dado al líder del PP por la literatura y la referencia que ha utilizado es un texto de hace casi 100 años que llama a la separación de Andalucía de nuestra tan querida España. Eso sí, aquí podemos estar tranquilos, España no se rompe porque el PP ha dado el visto bueno. Menos mal, que susto me había llevado.
Lo cierto es que el Preámbulo podía definir a Andalucia como realidad nacional o como quisiera pero es absurdo buscar como coartada un texto antiguo que a uno le cuesta entender como ha logrado el apoyo del PP y del PSOE. En este desbarajuste estatutario todos han perdido la cabeza. Sin embargo, la responsabilidad no la ha perdido nadie: nunca ninguno la tuvo. Ni el PSOE ni el PP. Mientras, los ciudadanos pasan del tema como han hecho en Cataluña y hacen muy bien. La política del escaño y la política de la calle, dos realidades incompatibles.
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